viernes, 29 de julio de 2011

Y, ¿si fuera ella?

Lo siento, no puede pasar. Volvía a repetirle tras el último beso, sin poder impedir que las lágrimas le recorrieran la mejilla. Él, exprimía esos últimos minutos junto a ella intentando que el tiempo se detuviese en ese instante eterno, sin dejar de pensar que cuando cruzara esa calle quizás no volviera a abrazarla nunca más.
Aún hoy, después de unos meses, no recuerdan cómo llegaron a ese momento en el que se despedían en la puerta de aquella sucursal bancaria, de cómo se abrazaron sin importarle lo más mínimo la existencia de alrededor y de cómo, entre lágrimas, se murmuraron un hasta pronto.
Al despertar, imágenes borrosas se mezclaban entre la resaca y el ibuprofeno…¿de verdad ha ocurrido? Se preguntaban mientras le invadía un sentimiento de culpabilidad entre la delgada línea de la ficción y la realidad. Dos amigos que se besan cuando los licores hacen palpitar los corazones y la primavera comienza a florecer, mejor será guardarlo en el cajón de las extrañas sensaciones y dejar la vida pasar.
Tras el paso de unas semanas, el destino, el cosmos, la birra, el ron barato, las ganas camufladas o una mezcla de todo hicieron retomar esa misma situación, la misma sucursal, los mismos abrazos y las mismas sensaciones se volvían a cruzar. También hubo una tercera, momento de lanzarse o parar en seco.
Lo inevitable no fue evitable, las mentes comenzaron a construir castillos en el aire, a empezar a derribar pilares sólidos, el juego borroso de las noches oscuras se transformó en algo más serio con lo que convivir,  lo que aparecía presente al despertar y a menudo te impedía dormir.
No volverá a pasar. Se dijo ella con rotundidad, es momento de parar esto. Así se lo hizo saber a él con un simple mensaje.
Así fue, no hubo más noches oscuras, ni besos en la puerta de un cajero, ni sentimientos de culpabilidad al despertar, ni las ganas de no querer dudar. Ella volvió bajo los brazos del mismo hombre del que nunca se despegó, intentando hacerse ver que era este el chico de su vida. Él siguió paseando por sombrías noches de distintas ciudades intentando encontrar otros besos que recordar por las mañanas sin rasgarse el corazón
Es una historia que se escribió en los portales, cuando la madrugada dejaba las calles desiertas, cuando el alma necesita un cuerpo que acariciar, cuando las cervezas ocultaban en un mar de dudas la realidad, su realidad a la espalda de los ojos del mundo, a la espalda de su propia vida.
Unos meses después, él se preguntaba; y, ¿si fuera ella? La chica imaginaría con la que sueña todas las noches. En cambio a ella, se le ponía el vello de punta siempre que sacaba dinero a un cajero…