lunes, 27 de diciembre de 2010

Aceitunero el Sol

Me siento junto al tronco de una vieja oliva, son la una y es hora de comer. Ante mi se divisan miles de olivos que se pierden en el horizonte junto a pequeños terrenos de trigo que ya comienza a enverdecer, al fondo, la sierra con sus picos nevados muestra su majestuosidad. Miles de olivos que han visto pasar generaciones de personas, que dan color a estos campos de Jaén, que esperan pacientes el paso del tiempo en el silencio mágico de la tierra cultivada.
Bonito paisaje, a pesar de resultar cotidiano. Bonito paisaje para pensar.
Hace unos años se recogía la aceituna de forma diferente, de forma familiar. Al campo venían los abuelos, los tíos, los padres, los hijos, todos juntos a recolectar estos frutos que tras ser llevados a la almazara reportaban esos mínimos ingresos que permitían comer a todos. No había lujos, pero nunca faltaba el pan en la mesa.
Eran días para conversar, para volver a repetir los refranes de todos los años, para predecir el tiempo por la forma de las nubes. Se podía hablar, el único ruido era el producido por las varas al golpear las ramas, un ruido agradable al peinar las hojas.
Ahora no se habla, el ruido es ensordecedor por la maquinaria utilizada, apenas se cruzan unas palabras, unas breves indicaciones para realizar la labor. Todo se centra en recoger lo máximo posible.
Las cuadrillas son un mestizaje de razas, vuelven a casa en viejos coches cuando el sol comienza a ponerse. En sus caras se ve el cansancio de un día duro de trabajo, de este aire congelado del amanecer, de la escarcha incrustada en el camino, del barro provocado por lluvias pasadas, del solecillo traicionero de invierno. Pero se sienten satisfechos de conseguir otro jornal, una ayuda para estos tiempos de crisis.
Los campos quedan desiertos al anochecer, el pueblo mira al cielo para saber si hay que volver mañana, volver a estos campos que ven día a día, que recorren y labran en soledad, estos campos que vieron cuando nacieron y que no han dejado de ver nunca.
Quizás estas personas sean felices así, no necesiten otra cosa, otro lugar para vivir bien.
Son las dos, hora de volver a trabajar, quizás el próximo año vuelva a sentarme junto a este viejo tronco de olivo.

1 comentario:

  1. ¡vaya, te pusiste sentimental¡ jajaja. Vaaaale, te copio.
    Mi primer sueldo lo gané vendimiando uva.Tenía quince años y mi cuerpo no aguantó el tiempo estipulado. Aduje no sé qué cosa de que el colegio comenzaba antes ese año, para no continuar con aquellos dolores de riñones y las llagas en las manos.
    Pero siempre que pienso en aquellos dias, los añoro. Exactamente añoro esas conversaciones de madrugada con los "pageses" alrededor de un fuego, un enorme bocata y la bota de vino. Las risas a mitad de jornada cuando nos dolía tanto el cuerpo que lo único que podiamos mover era la sonrisa. Y finalmente la propia satisfacción por el trabajo duro realizado al acabar el día.
    Casualidades de la vida hoy vivo entre esas mismas viñas que recogí en su día....y no hay ni pageses, ni fogatas ni risas. En septiembre llega una furgoneta y descarga cada dia a gente diferente. Gente que no habla. Gente que no rie.
    Un saludo.

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