jueves, 9 de diciembre de 2010

Al paso del Funcionario...

Mi futuro está claro, seré funcionario. Si por casualidad me desviara de tal destino ya se encargará la sociedad de recordármelo. Mis padres me lo repetirán en la comida, mis amigos me hablarán maravillas de tal oficio, y, por supuesto, aquellos que ostenten dichos cargos serán objeto de nuestras más sinceras envidias.
No será difícil llegar, un conocido de mi tío me colocará al instante en mi trono, firmaré mi examen manipulado y me reiré de esos ilusos que se pasan la vida estudiando por un puesto que es para mí.
Me despreocuparé de pensar el resto de mi vida, nada ni nadie podrá desbancarme de este sillón funcionarial, pondré sellos cuando me apetezca y saldré a desayunar cuantas veces quiera. Pasearé por la ciudad, haré mis compras, sacaré a pasear al perro y atenderé con desgana a los ciudadanos de a pie que viven con tanta prisa. Seré causante de largas colas humanas, y cuando me empiecen a agobiar los enviaré a las ventanillas de mis compañeros, esos vagos que solo piensan en el escaqueo.
Me venderé al mejor postor, seré lameculillos del gobernante de turno y ascenderé a puestos de mayor rango con facilidad. Vestiré las mejores ropas y mis hijos irán a los mejores colegios. Tendré mi vida solucionada con mi buen sueldo, mi plan de pensiones y todo sin mover un dedo… ¿Qué más se puede pedir?

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